viernes, 27 de diciembre de 2013

A

                                    CAPITULO II

                                     Primera Parte
                               
                                MISTEL YALILAI
                              EL BOSON DE HIGGS
                                              Y
                        MANOLO EL DEL BOMBO
                          

    Era sábado. Me levanté temprano. Mi esposa aún dormía. Después  de ir al excusado me dirigí a la cocina y me desayuné un café con leche con un par de galletas. Mientras lo hacía, observe que en la cubeta del fregadero había una bandeja con lonchas de merluza y recordé que el día anterior la futura MDLN me dijo que ese sábado almorzaríamos merluza en salsa verde.

Desgraciadamente mi esposa por falta de tiempo apenas cocina los días de diario, pero los festivos y fines de semana, en su mayoría, se recrea en laboriosas recetas. La merluza en salsa verde  es un plato que a ella le sale realmente exquisita y es sin duda uno de mis platos favoritos.


Chispa, nuestra perra, se desperezó en su canasto al lado de la mesa. Es una perra pinta, blanca, con grandes manchas negras en el lomo y otra que desde el inicio del morro la tiñe ojos y orejas a modo de antifaz.

 Luego salí al patio. Este no es muy grande, unos seis por seis metros. El día era soleado y el viento fresco, lo que se agradecía después de un verano tan caluroso. Aún siendo tan temprano oí las voces de  algunos niños jugando en el pequeño parque infantil que hay delante del edificio.

Cogí el cuenco de Chispa, entré de nuevo en la cocina y la puse de comer. Acabado  fui al comedor, me senté en el sofá y puse la televisión. En aquel momento decidí no quitarme el pijama en todo el día. Chispa, después de comer vino a mi lado, me miró, giró varias veces sobre sí misma y se echó en el suelo.  Al poco mi esposa se levantó. Me dio los buenos días,  fue a la nevera y  cogió  un complemento lácteo. Luego vino hacia mi y me besó. Se sentó en el sillón y asentándose los cabellos con las manos dijo: 

-        Debo estar horrorosa.

Nunca, en ninguna circunstancia he encontrado fea a mi mujer, y mucho menos horrorosa.  (Y me encanta que aún guarde esa coquetería matinal después de tantos años amaneciendo juntos)

Después de tomarse el café retiramos de la mesa auxiliar los restos de la cena de la noche anterior. Acomodados ya en el comedor. Ella  comenzó a extraerse con pericia inexistentes impurezas de su rostro ayudándose de un espejo de aumento,  mientras yo  conectaba la tablet y daba un repaso  por encima a los periódicos  deportivos y generalistas.

 A estos últimos menos. Desde que empezó la crisis siento verdadera náusea,  vergüenza ajena de nuestros políticos, tanto de los que nos gobiernan como de la oposición. Cuando leo o escucho sus declaraciones no puedo dejar de sentir una repugnancia visceral.

  Más tarde ella se levantó y al poco oí la ducha a través de la pared. Acabada ésta,  y al no aparecer en el comedor me levanté del sofá y fui a ver qué hacía. Ella Rebuscaba en uno de los cajones del armario de la habitación pequeña. Me quedé detrás enmarcado en la puerta  sin decir nada. Abrió otro cajón y siguió buscando. Luego me miró

-        ¿Qué buscas? – me vi obligado a preguntar
-        La pulsera que me regalaste para nuestro aniversario
No recordaba a qué pulsera se refería, por lo que decidí guardar silencio. Si se lo hubiera preguntado, ella me hubiera dado todo tipo de detalles y yo seguiría sin saber a qué pulsera se refiere, lo que la enervaría.

Debo decir que no poseo una gran capacidad de memoria o retentiva. Creo que es una simple cuestión física.  Por lo que me veo en la obligación de eliminar algunos recuerdos cuya importancia no siempre es la misma para mi que para las personas a las que dichos recuerdos afectan de una u otra manera.

Lo que me hace victima propiciatoria de infinitas incomprensiones que se traducen a veces en filípicas regañinas, sobre todo  por parte de mi esposa, incapaz de comprender que mis olvidos son obligados para poder mantener cierta y mínima salud mental . (La incomprensión. Oh, la comprensión.  Nadie sabe lo que padece aquel que la sufre)

 Volví al comedor.
 Cuando ella apareció de nuevo ya estaba vestida y dispuesta para salir.
-        ¿Adónde vas? – pregunté
-        Tengo que comprar las almejas para la merluza.
-        ¿Y?
-        He quedado con la Madre del Novio. Haremos el aperitivo. ¿Y tú, qué vas a hacer, irás al almacén?
-        No, hoy me quedaré aquí.
Se acercó a mi y me dio un beso de despedida.
-        Acuérdate de comprar dos barras de pan. Ya sabes que me gusta mojar en la salsa verde. – dije mientras ella iba hacia la puerta

Chispa la siguió. “No, tú aquí”, dijo. (Mi esposa) Después oí como cerraba la puerta.

Lo primero que hice, ya solo en casa, fue prepararme  un par de huevos salteados con  beicon y desayunarme. [ Sí, yo también cocino. Tanto como a ella o a la que más  me gusta cocinar complicadísimas recetas. Lo que ocurre es que por falta de tiempo por mis muchos quehaceres rara vez lo hago, debiéndome, lamentablemente, conformar con recetas más sencillas y breves. Oh, el tiempo,  cuán nos acota su brevedad]

 Abrí pues una cerveza y fui a sentarme en el sofá.  Hallábame aquel sábado con inusual ánimo reflexivo, por lo que aproveché tan inspirado momento para ponerme cómodo y darme a la meditación tumbándome a la bartola en el sofá. Luego busqué en la televisión algún programa acorde a mi caviloso estado. Por suerte ese sábado estrenaban: La Clave, presentado por Manolo el del bombo. (Hay días en que todo le viene a uno de cara)

Pero he aquí que mientras mis ojos veían los resúmenes de los partidos de fútbol del fin de semana, y mi mente reflexionaba sobre la teoría de cuerdas  y  el boson de Higgs, que ambas teorías me tienen en un sin vivir, sonó el móvil de mi esposa rompiendo tan solaz momento.

 Chispa, tumbada en el suelo alzó las orejas y me miró extrañada. Yo se la devolví aún más sorprendido al no ver aparecer a mi señora para contestar. El móvil dejó de sonar, pero volvió a hacerlo a los pocos segundos.

 Indudablemente se trataba de un hecho insólito. Mi esposa, desde que se comprara el primer teléfono portátil, sólo en dos ocasiones se ha separado del mismo por olvido. Téngase en cuenta que duerme con él sobre la mesita de noche, y su modelo actual es sumergible hasta los 30 metros. “Por si algún día me da por bucear”. 

Antes creería que en lamentable olvido mi mujer sale a la calle en ropa interior que sin su móvil.

Este sonaba en la mesa del comedor bajo unos papeles. Me levanté y fui a buscarlo dudando si contestar o no. Noté que Chispa hacía un gesto negativo con la cabeza, luego, adivinando mis intenciones, bajó su testa al suelo y se tapó los ojos con sus patas delantera (es cierto que los animales tienen un sexto sentido para el peligro)

En una decisión sin precedente, decidí contestar. Volví al sofá. La verdad es que me sentía, tal vez por la cerveza, inusualmente dicharachero.

-        ¿Sí? – dije encantador y afable.
-        Jelo, aim mistel Guo Yalilai
-        Ah, estupendo – repliqué con sincera amabilidad - Me alegra saber que sabe usted quién es. 

Y colgué

Satisfecho conmigo mismo fui a la nevera a por otra cerveza para celebrarlo. ¿Ves? -  dije a Chispa cuando volvía – Yo también puedo ser extrovertido y sociable. Volví, pues, a tumbarme en el sofá y seguí meditando sobre la fuerza gravitatoria de los objetos unidimensionales. Pero al cabo el móvil volvió a sonar. Decidí contestar de nuevo.

-        Aim mistel Guo Yalilai
-        Yo, - dije templando la voz -   el Padre de la Novia, encantado.

Y colgué.

Me sentí gozoso, eufórico, orgulloso de mi mismo por haber respondido al móvil por segunda vez, superando así mi aversión. Más a sabiendas  que con ello sin duda alguna había ayudado a un pobre hombre con problemas de identidad, si no de soledad.

 Volví pues a mis importantes quehaceres. Di un par de buenos tientos a la cerveza y vi cómo en la televisión Manolo el del Bombo entrevistaba a Piqué. Este reseñaba que la federación española de futbol debía regular la altura del césped de los campos, ya que en el partido contra el Betis, la hierba estaba sin cortar y al término del mismo debieron buscar por el herbazal a Messi con perros rastreadores,  pues por sí solos no encontraba el camino de los vestuario. 
Pero el móvil de mi mujer insaciable volvió a tañer. Dudé si contestar no sería abusar de mi don de gente.

-        ¿Diga? – respondí
-        Sel mistel Yalilai.
-        ¿Otra vez?
-        Yes

Un poco ahíto, cierto, pero para demostrarme a mi mismo que aunque poca y raquítica poseo paciencia y control nervios, me explayé (Para que luego digan)

-        Señor Yalilai, - dije modulando la voz justo hasta alcanzar el tono de mezzo-soprano (mi tono preferido cuando quiero causar cierto respeto) -  disculpe mi sinceridad, pero creo que se está usted reiterando. En su primera llamada me he alegrado de que sepa cómo se llama. Y amablemente me he presentado en la segunda. Así pues,  somos amigos, pero me parece que está usted abusando de nuestra amistad. ¿No le parece?

 Y colgué.

En la televisión emitían el resumen de Barça-Betis. Agoté la cerveza y con infinito deleite me expandí en el sofá. ¡Gol de Pedrito! Mientras, mi mente, como siempre analítica, cuasi científica… ¡Penalti!.. comenzó a reflexionar sobre el punto exacto de vibración de las cuerdas…¡Golazo!... o estado vibracional en el que se transforma un electrón en un fotón. ¡Arbitro, chufleteroooo!

 Pero he aquí que entre protones, neutrinos cerveza y golazos me iba sumergiendo  lentamente en la agradable inconsciencia que precede al sueño, cuando el móvil de mi mujer, tañe que te tañe.  Atarugado me incorporé en el sillón. Carraspeé al punto del esgarro y contesté imitando la voz de Camarón. ( tono que doy a mi voz cuando estoy ahíto, muy ahíto)

-        ¿A que es usted mister Yalilai? – dije
-        Yes
-        ¿Lo ve, señor Yalilai? Hoy ya hemos hablado tanto que nuestra conversación ha terminado por ser repetitiva.
-        ¡No colgal! – exclamó de pronto mi interlocutor voz en grito (La verdad es que me adivinó las intenciones) – Es que  yo…- siguió diciendo – no quelel hablal con usted…
-        Vaya con mi amigo Yalilai. Lleva llamándome todo el día, y ahora resulta que no quiere hablar conmigo. No sé cómo tomarme eso.
-        Yo quelel hablal con Madle de la Novia
-        Pero alma de jarrón chino. – dije por facilitarle la comprensión de la locución alma de cántaro – todo el mundo sabe que si llama a la Madre de la Novia, y contestó yo, es que ella no está, y/o  está inconsciente.
-        Ai no sabel. ¿Cuándo estalá ella en casa?
-        En cuanto se dé cuenta de que se ha olvidado el móvil. – y mirándome el reloj, añadí -:  Es decir, dentro de cinco minutos.
-        Entonces llamalé dentlo de cinco minutos – dijo con tal candidez que me enterneció
-        No se moleste. – dije compasivo
-        ¿No? ¿Pol qué?
-        Dígame, ¿De qué conoce usted a mi esposa?
-        Ella sel espelta en inflatables swimming pool, y yo sel plesidente de multinacional inflatables swumming pool, y yo quelel pedil consejo y adelantal las novedades pala el plóximo velano. Yo conocel esposa por e-mail.
-        ¿Y le corre prisa comunicarse con ella?
-        Yes
-        En ese caso le aconsejo que siga comunicándose por e-mail
-        ¿Pol qué? Yo quelel hablal con ella pol teléfono. Comunicación más pelsonal

Confieso que siento conmovedora empatía por todas aquellas personas que se empecinan en perseguir metas o deseos imposibles. (Es que soy todo favor)
     
      -  ¿Por qué? ¿Por qué? – exclamé comprensivo – Amigo Yalilai, la Madre de la Novia  tiene comprometidas todas las llamadas telefónicas en los próximos cinco años. Y puedo asegurarle que en orden de llamadas es muy estricta.
     
      -   ¡Calay! Comprendo. Mujel suya impoltante.
      - La que más, amigo mío, la que más


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